La que está cambiando es mi vida entre el éter de Internet.
Después de ocho años taquicárdicos, en los que tenía miedo a que mi corazón
fuera delator de mi condición de ilegal, he decidido seguir una corazonada y
darme una ciberoportunidad.
Sin embargo aún arrastro mis modos de cibervisita, apresurados y bruscos, como si fuera un
fantasma vuelto a la vida que se empeña en recorrer bajo sábana los salones por
los que hasta hace poco se desvanecía. Confío en llegar a ser quien puedo
ciberser; y, sobre todo, espero dejar atrás pronto mis cibercomportamientos
abruptos, pues quienes tenéis la deferencia de interesaros por mis enninaciones
podéis sentirlos como descorteses.
En la mañana de ayer, recibí un regalo comentado de MaRía.
Lo cerré con prisas, pues mi intención al llegar a este blog era la de entrar y
salir en Internet, para luego acudir a un encuentro sobre el asfalto. Me alegró
mucho leer el comentario que me había dejado MaRía, me arrepiento en mayor
medida de ni siquiera haberme pasado por su blog a agradecerle sus palabras.
Tengo intención de cambiar para mejor, os pido disculpas por
mi ocasional ciberser abrupto.
Gracias, MaRía, por ayudarme a desplegar velas.